No es desconocida la historia de invisibilidad y silencio que pesa sobre la figura de demasiadas grandes escritoras del siglo XX. Vamos a hablar de una de ellas, Mercedes Pinto, nacida en Tenerife en 1883. Desde su infancia manifestó una personalidad rebelde y, a la vez, una extrema sensibilidad, lo que puede conocerse con la lectura de su novel Ella, de confesada y constatable naturaleza autobiográfica. Su feliz vida familiar, caracterizada por una amorosa complicidad con las mujeres de su familia, hermana, madre, abuela y tías (con las que vivía, pues había quedado huérfana de padre), se ve interrumpida por una insistente propuesta matrimonial que considera conveniente aceptar. Este hecho marcará su vida y su obra. En Ella se relatan los primeros episodios de maltrato y, el impacto vital y emocional que causa a la escritora darse cuenta, no solo de que su plácida vida ha terminado, sino de que, en su nueva realidad, el matrimonio con un hombre enfermo de celotipia, está sola. Cuando acude, esperanzada, a contarle a su madre lo que le ocurre, esta le recomienda que sea más amorosa con él y que haga un esfuerzo mayor por comprenderlo. Que su madre, bondadosa y noble, por la que siempre se había sentido querida y protegida, le diera esa respuesta, le dio la perspectiva de cuál era la posición de la mujer en el mundo y, de ahí, partió su lucha por liberarse de aquel tormento. Una vez comprobó que no podría contar con nadie de su entorno, se traslada a Madrid y, tras mucho batallar, consigue que internen a su marido en un manicomio. Allí entra en los círculos intelectuales, compartiendo tertulias, ideas y amistad con Unamuno o Carmen de Burgos, quien la anima a posicionarse públicamente como feminista. En 1923 realiza una ponencia en la Universidad Central de Madrid, bajo el título El divorcio como medida higiénica, que le cuesta una orden de destierro a Bioko, dictada por el dictador Primo de Rivera y de la que consigue librarse exiliándose a Uruguay.
En ese exilio, publica la novela Él, que retrata la personalidad paranoide del marido y la violencia a la que es sometida, su miedo a perder la vida a manos de él, a que peligre también la de los hijos. Es una crónica de violencia en la que nunca desaparece la resistencia a resignarse. Bajo la desesperación y el desamparo que siente, nunca deja de latir un ¿por qué?, ¿por qué aceptar que esto me corresponde?, porqués inspirados por la misma fuerza combativa de la Mercedes niña que vemos en Ella cuando es testigo de una injusticia sobre alguien.
Él fue adaptada al cine por Luis Buñuel en 1953.
Además de su narrativa, la obra de esta autora destaca por los poemarios Brisas del Teide (1924), Cantos de muchos puertos (1931) y Más alto que el Águila (1968); las obras teatrales Un señor cualquiera (1930), Silencio (1929) y Una mujer, Ana Rosa (1929); numerosos ensayos, dos guiones de cine, El coleccionista de cadáveres (1966) y Días de viejo color (1967) y una gran cantidad de artículos periodísticos que escribió, sobre todo durante su vida en Uruguay y luego en México, donde murió.
Desde Al libro Albedrío, te recomendamos acercarte a esta figura y a toda su obra. Y, si quieres conocer más de ella, la poeta, crítica literaria e investigadora Alicia Llarena (Gran Canaria) tiene una extensísima obra investigadora sobre la escritora.